Ellas, las -primeras- ejecutivas, también lo hacían aunque con un fin muy distinto. En un mundo de hombres, ocupando puestos directivos que hasta entonces nunca habían pisado unos tacones, buscaban proyectar a través de la moda una imagen de eficiencia, de igualdad.
Como sacados directamente del armario masculino, trajes con grandes hombreras, chaquetas entalladas de solapas anchas, corbatas ajustándose a sus finos cuellos, mangas ranglan muy marcadas, cazadoras oversized en piel. Se contrarrestan con faldas entubadas a la rodilla o plisadas y afilados zapatos de tacón. Armani y Chanel eran las marcas más buscadas.
Todo ello coronado por un buen cardado, cuanto más voluminoso mejor, sombra de ojos y mucho oro.A esta tendencia se le llamó Power Dressing y no se me ocurre un nombre mejor para vestir a estas mujeres de negocios ambiciosas y triunfadoras.